En Español.
Si se trata de hambre del
alma, ninguna pasión es tan poca que no merezca ser llevada a la boca.
Sin embargo, es fácil ir por
la vida sin vivir las pasiones. Casi todo lo que lastima, puede ser mitigado.
El hambre, la indignación, la
miseria, el disgusto, la ira, los deseos prohibidos.
Cualquier cosa puede ser
pintada de color rosa, maquillada, suavizada por la psicología, reevaluada por
el sentido común o intercambiada por alimentos, cigarrillos, medicamentos,
ropa, ficción.
Lo difícil es tocar la
carne, las heridas, enfrentar los resentimientos. Admitir lo obsceno, lo
perverso, lo degradante, el fracaso. Provocar repugnancia, aceptar el dolor,
aceptar la muerte, sacrificar las ilusiones edificantes e intercambiarlas por
vida.
_ Ah, dejálo.
_ ¡Alto!
_ Píensalo bien!
_ Respira.
_ Dale la vuelta.
La ropa elegante esconde el
latido del corazón. La mirada baja desprecia el deseo más ardiente. La sonrisa
cubre una revuelta lacerante.
Y vamos pudriéndonos. No
porque las heridas ocurran, sino porque son sufocadas.
Al negar los excesos, el
miedo, la sangre, el sufrimiento, los gritos, tan legítimos y espontáneos, creamos
los dolores más profundos y las más terribles tragedias. Por falta de alivio,
por falta de vida.
Cuando desaparezca la
humanidad, no será por eventos de extinción, más bien por pasteurización. Por
inutilidad absoluta del alma.
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